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La cortina está arriba; este no es el ensayo general.

  • Foto del escritor: MOMAC CUU
    MOMAC CUU
  • 4 ago 2020
  • 3 Min. de lectura


Recuerdo muy bien a Regina, era alta, tenía una sonrisa deslumbrante y todos los días parecía que su ropa la sacaba de la portada de vanity fair y sonreía, lo juro, 9 horas seguidas sin titubear.

Regina era la recepcionista de la empresa en la que trabajé por dos años, cuando yo llegué, ella ya llevaba algunos meses ahí, era muy rápida y siempre estaba concentrada en su trabajo, amable, responsable y un apoyo esencial para las nuevas, como yo, que apenas comenzábamos a comprender el nivel de rapidez en el que todo sucedía en esa oficina.

Los meses pasaron y comenzamos a ser amigas, descubrimos que teníamos la misma edad y una formación académica similar, las dos teníamos pocos años de comenzar en la vida laboral pero contábamos con un título universitario y las mismas oportunidades de crecimiento, o bueno, eso creía yo. A las semanas me preguntó cómo era que yo había conseguido el puesto, ya que ella tenía meses que la habían contratado como recepcionista prometiéndole que “pronto subiría”, la historia es corta y el final es justamente eso que están imaginando: Regina nunca subió, casi 1 año después de aquella conversación, pidió un aumento de sueldo ya que sus tareas con el tiempo se habían incrementado al doble y la respuesta negativa no la sorprendió, se fue, y así; sin pena, ni gloria, tomó sus cosas y se fue con la frente en alto.

Un mayor grado académico de las mujeres aumenta la probabilidad de ser víctima de discriminación, descalificaciones, maltratos, acoso o violencia sexual. La diferencia entre la probabilidad de ser víctimas de violencia laboral del grupo de mujeres más estudiadas y el de mujeres sin escolaridad es casi del doble. Esto de acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La pirámide de la violencia laboral contra las mujeres por su nivel académico es así: sin estudios: 18%; con primaria: 20%; con secundaria: 27%; con preparatoria: 28%; con licenciatura y posgrados: 33%.

Regina regresaba de su incapacidad laboral por maternidad cuando renunció, no le dieron la oportunidad de subir porque siendo mamá “tendría menos tiempo para llevar a cabo el trabajo”, tampoco le dieron un aumento porque ya no era la misma mujer despampanante que contrataron cuando entró a la empresa, y por si aún no había quedado claro, la respuesta a cómo había conseguido yo aquel puesto antes que ella era muy sencilla; ella era mamá soltera y yo no.

Este es solo un caso de los cientos de discriminación laboral con el que las mujeres lidiamos diariamente, más ahora que la ola de despidos arrasó con cientos de mujeres que son el sostén de sus hogares o que eran cruciales para sus empresas, son ellas mismas las que han vuelto a salir a las calles, arriesgándose diariamente en busca de un nuevo empleo, luchando contra prejuicios y aceptando lo inaceptable con tal de defender nuestros lugares en el mundo laboral.

Una mujer a la que admiro mucho me dijo “el día que las mujeres aprendan a trabajar con mujeres, el mundo será nuestro” cuánta razón tenía y yo estaba a años luz de entenderlo aquel día. Nadie levantó la voz por ella, ninguna de nosotras dijo que ser madre no era un impedimento y que ella podía con cualquier puesto, lo sabíamos, ella era capaz y no había motivo para pensar lo contrario.

El mercado laboral hoy en día representa un reto para todos, hay pocas plazas y a pesar de haber sufrido tantos recortes, aún la mayoría de las empresas no están listas para re contratar, por lo cual hay muchas personas cubriendo responsabilidades de otros puestos, trabajando horas extras sin paga y aceptándolo porque “somos bendecidos por tener trabajo en estos tiempos”, y claro respaldo este pensamiento, sin embargo debemos mantener nuestros pies de plomo y capacidad para discernir y hacernos respetar, levantar la voz por otras mujeres que se pudieran encontrar sufriendo violencia o discriminación en sus espacios laborales y por nosotras mismas.

Dice Mikki Taylor que las mujeres vivimos como si estuviéramos aún en un ensayo general, la cortina está arriba y estamos sobre el escenario, solo falta que lo creamos.

 
 
 

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